22 de octubre de 2014

Clase del '36

Jugar con perros
Hacer la vertical
Andar en bici
El caballo de Troya
Quemar hormigas con una lupa
Pescar
Filmar
Física
Química
Las fábulas de Esopo
Sacar arañas de su telaraña
Ver Chaplin
Ver Caloi
Les Luthiers
Usar la compu
"Pensar"
Ver ópera
Quino
Entender la altura de las calles
Manejar
Mangia che ti fa bene!
La ternura
Confiar
El amor incondicional y para toda la vida
La humildad
Los mariscos
Que llorar es de hombre
Que las faltas cuando duelen pueden viajar los años
Y los miedos más duelen cuando el viaje se hace más largo
La solemnidad
El resurgir

15 de septiembre de 2014

Encuentros y Efemérides

Todos los fines de semana las personas salen, como perdidas, a buscar una experiencia diferente que pueda llenarlos de ocio; otras se ponen en campaña para dar con ese objeto del deseo que durante la semana difícilmente pueda ser hallado. El parque Centenario es uno de esos lugares que combinan, aún si fuera accidental, las dos actividades.

El fenómeno que ocurre en este peculiar domo verde es la expresión de una comunidad que intenta responder a necesidades diversas, pudiendo encontrar en el mismo 3 ferias. La feria del libro, la feria artesanal y la que bien podría ser llamada feria de las efemérides. La última, ubicada sobre la calle Patricias Argentinas, tiene un sabor especial en tanto a su oferta. En ese sentido, desde una edición del diario Clarín del ‘45, hasta cascos de la II Guerra Mundial pueden ser encontrados entre los más de 200 puestos ubicados en las aledañas  del parque.

El efecto visual que se percibe en torno al Centenario es similar al que uno podría imaginar estando en presencia de una muralla. Una muralla defendida por los miles de puesteros que ofrecen en forma de objetos nostálgicos, o una parada exprés para darse un masaje, una varieté que difícilmente puede ser clasificada.

Si ir a un museo significa repasar un fragmento de la historia, transitar por el camino marcado de los puestos implica un viaje temporal – pasado, presente, futuro - continuo. Y sin mencionar azaroso. Celulares, estampillas, radios, fonógrafos y australes pueden encontrarse a un metro y medio de distancia.

Los puesteros – si así quisieran llamarse -  improvisan carteles publicitarios (Artesanales) como “Si usted no quiere un buen DVD, no compre aquí” para captar los ojos, dispersos y abrumados por el abarrotamiento de objetos y gente; niños, muchas veces hijos de los comerciantes, correteando en amistad, pudiendo estar viviendo una historia de Romeo y Julieta feriante, ante la competencia de sus padres.
Así se pasan la tarde miles de personas cada sábado y domingo o feriado, con la esperanza de pasar una tarde atípica, curioseando objetos que pueden trasladarnos a nuestra infancia o rarezas de adornos para los que no saben lo que quieren pero quieren que sea único.

Una mujer utiliza ganchos de carnicería y alambres para colgar en los costados unas pulseritas coloridas de hilo encerado, al lado de unas muñecas que siempre quisieron ser Barbie, mientras comenta “Traen las estructuras peladas en unos camiones, bien temprano, después cada uno lo adorna como quiere.”. El armado de los puestos y su organización pareciera básicamente un designio determinado por los astros, nunca se sabe bien por qué: “No tenemos una feria dividida en categorías, acá si haces algo y lo querés vender, venís, charlás con alguno que te consiga el contacto, y si tenes suerte, te instalas.”.

Si bien el orden y la estructura no son las características que hacen al encanto del lugar, se puede observar un cierto criterio; dos puestos que ofrezcan exactamente el mismo producto no podrán convivir en una extensión de 2, 3 metros. Quizás, para evitar una tragedia Shakesperiana.

Las opiniones del portal de viajes “TripAdvisor” orientan al viajero despistado a que tengan en cuenta los precios de las ‘baratijas’  de algunos puestos, para el Frances treintañero que colecciona cantimploras, o un Aleman que quiere una vieja insignia de Volkswaguen para su inventario. Y así tal vez, en el camino, también encuentre a una vendedora de panes rellenos que lo acompañe en su aventura sudaca. Porque en “el Centenario” el amor se traduce en una tarde de caminatas bajo el sol, admirando el sonido del viento que trae el regateo de una dama por una cuchara del siglo 17, con aroma a choripán.


El parque Centenario tiene ya más de 100 años, y no cansado por la edad, se renueva constantemente gracias a la comunidad que lo rodea. El anfiteatro más grande de Buenos Aires, el Museo de Ciencias Naturales, el Observatorio, y el Instituto Pasteur, junto con las ferias hacen al parque el núcleo de encuentro de miles de personas que buscan, y más de una vez encuentran.

7 de abril de 2014

-rragia

Estoy leyendo un libro y caigo muy fuerte: me encuentro pensando en vos por inercia. Y ahí me empieza a latir el ojo izquierdo, que por derecha es miedo y en verdad es un vértigo que da vergüenza. Que se me cierra la garganta, me paralizo y que no escribo nada porque "no puedo, no me sale eso, boluda"; y que dale, animate y no, no se puede así porque la tensión es adictiva, y que si, pero me estoy electrocutando. Late y late y pienso, y pierdo, y me quiero sentar al lado de una estufa o derretirme con vos. Floto entre tropiezos y me apichono. Que torpe soy.

Y dudo, dudo, dudo. No es suficiente. Me desdigo de todo. Es tan irreal como lo irreal de un corazón que siente y no bombea. Es el juego, solo el juego; jugar, inventar, las escondidas, la ficción del alcohol y los juegos. Aprieto mi sien con la almohada y no sé esquivarlo; pincha, molesta, me encanta, y se soporta porque no hay sade sin un Marqués y su guion.

Ya me duele la cabeza porque hay una boluda pisoteándose, gritando “Hey…boludo!, tirame un centro, que estas muy lejos…No entiendo!”, y me mareo. No me muevo porque estoy mareada, porque proceso lento y los tsunamis no paran y yo solo tengo un triste secador de piso… que torpe soy.




12 de enero de 2014

Tengo los labios secos de pensar en vos,

los muerdo con la esperanza de aprisionar la memoria de ese último tacto.
El éxtasis de los días. Esos momentos miel, cuando una dulce lluvia de albor empapaba nuestro cuarto y nosotros rebotábamos como moscas, encandilados. Una mansión con forma de armonía, en tu piel. Y ese sol que se filtraba entre maderas y terminaba blindando la habitación, como si pudiese habernos protegido de los limones, y las abejas, y el viento, que tanto deseamos sin querer.
-Escucha mi sol. No se mirarte. Tengo miedo de leerte y entender todo.-
Así, una brisa caprichosa voló las caras y los sentidos se durmieron ante un Dios que no se entregó. Y mis cuerdas se cansaron de llamarte a gritos para que encuentres, ciega, el camino a la verdadera piel; ingeniaste un mundo y la inocencia del vaivén de tu armonía ahuyentó al cuerpo del sol.

-Te fantaseo, te quiero mía;
y en la carencia de tu vuelo te amo y te sostengo.
Y mis brazos, débiles y cómplices acarician tu inseguridad.
Te fantaseo, te quiero mía;
para que aprendas a correr conmigo y nunca saltes.-